El cine se interesó muy pronto por la obra de Julio Verne. Ya en 1902, Georges Méliès se inspiró en ella para crear su Viaje a la Luna. En 1912, Michel Verne, hijo del escritor, firmó un contrato con la Société Éclair Films y cedió los derechos de adaptación de ocho de sus novelas, entre las cuales Los hijos del capitán Grant.
Sin embargo, fue el cine estadounidense el que relanzó el interés del público por Julio Verne, impulsado por el trabajo de los guionistas, la notoriedad de los actores y los importantes recursos técnicos y financieros que, a veces desnaturalizaban en parte las intenciones iniciales del autor. Durante la década de 1950, se estrenaron numerosas adaptaciones cinematográficas de sus obras. Estas películas norteamericanas contribuyeron en gran medida a consolidar su reputación como autor de novelas de ciencia ficción. El estreno de 20.000 leguas de viaje submarino de Walt Disney, dirigida por Richard Fleischer en 1954, marcó el inicio de un auténtico “boom” de cine de Verne.
Los carteles promocionales de estas películas reflejan claramente la transición de la obra de Verne al mundo del espectáculo hollywoodense. Sin embargo, muchos de ellos destacan escenas y personajes nacidos de la imaginación de los guionistas y no del propio escritor. Por ejemplo, en la película La vuelta al mundo en 80 días, producida por Michael Todd en 1956, se incluye un globo aerostático que lleva a Phileas Fogg y Passepartout en su cesta. Aunque estas películas hollywoodenses de los años 1950 contribuyeron ampliamente a dar una visibilidad internacional a Julio Verne, lo hicieron bajo una lógica de entretenimiento comercial, reinterpretando libremente sus textos para ajustarse más a las expectativas de un público internacional, dejando a menudo de lado sus dimensiones científicas, políticas o filosóficas.